lunes, 7 de agosto de 2017

Poema de Héctor Ignacio Rodriguez

Héctor Ignacio Rodríguez, un joven poeta que no se encuentra entre nosotros en lo físico (cosa rara es el morir), pero si nos acompaña desde el esteticismo de su obra (cosa menos rara es la belleza); Héctor Ignacio, desaparecido trágicamente hacia finales de la década del 90, en un deplorable accidente, nos ha legado para la posteridad un valioso libro, de aceptación unánime: “Menos poemas y más besos” (único libro que se conoce del autor), y reeditado por la editorial de la Universidad de Antioquia. En este valioso texto, el poeta, nos ofrece una poesía cargada de verdadera emoción, ternura, malicia, humor, lirismo y claridad...



La Canasta de las Rosas Podridas.
Ésta no es poesía de exportación, querida.
Estas palabras no llevan la marquilla de brillante
ni son mi más pulido canto.
Digamos que sólo quiero hablarte de una traición.


Tú eras la dama, estaba muy claro.
En noches calurosas de cabañas frente al mar
mordimos las almohadas
y ante el fuego del hogar tus nalgas perfectas
sabían brillar como el oro.


Hubo una noche en donde la chimenea de la casa ardió
y no fueron míos los oídos
que escucharon el estallido de ardientes brazas.


Luego en la mañana el primer rayo de luz atravesó los cristales
pero no fueron precisamente mis ojos
los que se maravillaron ante el espectáculo
del sol jugueteando en tu cintura,
ni fueron míos los labios que temblaron
y con sobradas razones sedujiste.


Ahora debo suponer
que el cuerpo glamurosamente expuesto
mañana y tarde a los ojos de tus amigos
no debe ser aspiración
para quien alguna vez fue algo así como tu esposo.
Esa fue vuestra noche, estoy seguro.


Todavía tienes el cetro pero estas nerviosa porque el trono
se mueve.


Sabes que ya no soy quien para aconsejarte
ni mucho menos para pedirte que me traigas su cabeza
sangrante como un gesto de horror sobre la bandeja de plata.


Ahora mientras el pueblo sale a las calles en procesión
tras los santos
yo disuelvo en la ducha la espuma de un mal sueño
y cuando el llamado de las madres a sus hijos
rebote en la calle como una pelota de trapo
yo estaré tendido bajo la fría noche del mundo
arrojando esta lluvia de rosas sobre tu lecho.






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