martes, 22 de enero de 2013

El lenguaje propio debe morir un par de veces en la vida. Anabel Torres...



 A escasos meses de su regreso al país, Anabel Torres, una de las poetas más destacadas en nuestro panorama nacional, concedió en exclusiva una entrevista para el gaviero periódico literario.


El Gaviero: ¿Quien es Anabel torres, según ella misma? Desde la historia de la literatura colombiana tenemos un referente, pero nos gustaría saberlo por ella misma.
Anabel: soy una privilegiada porque me gusta escribir, ahora, que no les guste a los demás lo que escribo, no es asunto mío…decir que me gusta escribir no es lo mismo que decir; me gusta lo que escribo porque los que somos palabreros nos ponemos muy serios con eso de la revisión, siente como cuando se pone los patines cada vez que pone las palabras por primera vez sobre una página.



El Gaviero: ¿a que edad empieza a escribir Anabel Torres?
 Anabel: podemos decir  que me inicie primero como lectora en Newyork, auque cuando llegué a esta ciudad había leído todo lo que tenía, esta experiencia fue bonita por que se dio el encuentro con el idioma ingles. En la escuela la profesora nos organizó una guía de lectura con libros muy elementales, aprendíamos frases como mamá mima a tal o la pelota saltó. Tres o cuatro palabras en una página. Eso por un lado  me exaspero por otro me dio una idea; yo ya había leído a los hermanos Grimm, por ello no veía ningún avance. Por una página solo pasaba una pelota, pero a la vez ese ejercicio me enseñó la cosa plástica del poema, las palabras solas, si son poquitas como que respiran más. eso me sirvió para empezar a escribir, auque en realidad yo escribía desde muy pequeña, cuando todavía vivíamos  en  Medellín había escrito unos cuentos. Bueno pero eso que me pasó en Estados Unidos fue muy positivo porque es como si me hubieran dicho tome este idioma haga con él lo que quiera, eso no se rompe, fue como si me soltaran en una guardería de esas de hoy en que los niños pueden hacer lo que quieran y no les pasa nada, eso desde siempre se lo agradezco a los gringos, por que el Español es una lengua solemne y lo que nos mata a nosotros es esa solemnidad. Como que el riesgo no está permitido, ni está permitida la imaginación, ni el juego. La literatura colombiana y no, solo la poesía, adolece del humor y esa falta de humor riñe con el buen gusto. Porque a nivel oral somos unos, pero ya cuando nos enfrentamos a un papel es como si nos pusieran frenos. Esto tiene que ver más con la inseguridad, aunque por otro lado está la vanidad. Es como si adoráramos la literatura, pero no lo suficiente, no hay una relación de confianza porque cuando escribes, tienes que ser diferente.



El Gaviero: pero nosotros sentimos  solemnidad en  tu poesía. ¿Qué piensas?
Anabel: ¡que horror!



El Gaviero: definamos entonces solemnidad
Anabel: lo solemne no es plástico, es como ponerse alrededor de una muralla un frac tieso, algo que no va con el momento. Considero que soy  seria, meditativa o melancólica, pero no solemne, lo solemne está desprovisto de lo espontáneo, toda solemnidad en poesía es falsa. Solemne sería cuando a tu hijo que se está graduando le dan un diplomita, esa imagen tan trillada, para vos es  verdaderamente solemne. Hay muchos que ponen cascaritas, trampas y ganan con eso, pienso que lo verdaderamente importante a este nivel son las trampas que uno mismo se pone, nadie puede tendernos una trampa tan enorme como la que nosotros mismos nos pondríamos. Lo verdaderamente poético no es y no puede ser solemne, si es solemne no existe.



El Gaviero: ¿la escritura de poesía es una  catarsis, es decir posibilita sacar esos demonios que nos ahogan?
Anabel: la poesía es algo que entra en uno y luego hace como cosquillas, no es un desahogo. Es algo que te toca, que te roza. De vez encunado es inevitable escribir, pero esos momentos son extraños, como eso que llamamos inspiración, pero yo ahora escribo diferente, como si hiciera fotos, ya no tanto desde la inspiración, es una sensación más visual, como tomar fotos al aire, como tomar fotos de lugares que pasan. Un poco como poner a rodar la cámara, pero no algo mecanicista, es una concatenación del allá con el acá



El Gaviero:  Vingestein dice que los lenguajes se agotan. ¿Qué piensa al respecto?
Anabel: el lenguaje propio debe morir un par de veces en la vida y volver a nacer o si no pues no es propio. Es como los hijos que no son nuestros. Es muy fácil encontrar el len guaje en el que uno está cómodo y en cambio hay otros que sentimos  que ya recorrimos un camino y es como si volviéramos de vuelta. No puedo desconocer que haya trucos, el escribir es también un oficio.




 El Gaviero: de esos ocho libros que has escrito a partir de 1974, cuando te ganaste un premio con la universidad de Nariño ¿qué diferencia hay entre títulos como Casi poesía, poemas de guerra y agua herida en relación a los de ahora?
Anabel: pienso que no es asunto mío, eso dejémoselo a los críticos, por lo pronto te digo que considero mis libros mas literarios, las bocas del amor y la mujer del esquimal.




El Gaviero: ¿su vida fuera del país como ha sido?
Anabel: he estado viviendo fuera del país por más de veinte años. En Holanda un poco, otro en Londres, luego creí que estaba en España, pero no, estaba era en Cataluña. Los últimos cuatro años se han reafirmado tanto que ya están clavados en el piso con el catalanismo.




El Gaviero: ¿pero, usted vivió la infancia en Newyork?
Anabel: si, pero yo estaba hablando de la segunda ida. Yo digo que me críe en Newyork, porque allí fue donde en realidad salió el mundo. Aquí en Colombia, mi padre no me quiso entrar a estudiar porque de haberlo hecho, habría sido con monjas y el no me quería hacer eso, no es por ofender a las monjas. Sin embargo estuve encerrada en casa con una profesora privada que me daba clases, por eso aprendí a leer desde los cinco años. Nuestra familia no es católica, nos ha parecido perniciosa la educación moralista. De todas maneras hay ética en cada vida y en cada padre.

El Gaviero: ¿En ese ir y venir ha sentido desarraigo?
Anabel: cuando me sentí miope y no sabía que era miope. Mi familia no se dio cuenta, ese es precisamente mi primer desarraigo, con el mundo físico y como a los nueve años lo descubrieron  y me pusieron unas gafas. Vi entonces que esa mancha tenía bordes y forma, que había piedritas en el andén. Ya no me sentía nadando bajo el agua, por eso yo no me sentía tanto de esa tierra que no veía bien y cuando por casualidad llegué a esa tierra en la que si pude ver, yo no era de ahí.
Algo que siempre agradeceré desde entonces es el haber compartido con gente pobre. Lo más importante es que uno aprende las cosas de la vida  de verdad, las canciones y todo lo demás. Por ese entonces recuerdo que me decían cuatro ojos. Me olvidé que no veía y desde entonces siempre he tenido una mirada que no se cansa de ver el mundo, parece que me quedó ese asombro por el ver y de ahí viene talvez lo de la poesía. El desarraigo es fundamental para que una persona escriba, porque el escribir surge cuando una persona no se haya.
Otra experiencia de desarraigo fue cuando regresé a Medellín y mi madre comenzó con su enfermedad mental, siento en esto un gran desarraigo y  lo menciono porque ahora que tengo sesenta años tengo amigas y he conocido gente que está dizque loca. Es tan difícil lidiar con un familiar que padezca enfermedad mental, te pone bastante raro, claro que, en mi caso, la rara era ella, pero yo me sentía rara, aunque según el contexto la enfermedad mental se puede aminorar o aumentar.



El Gaviero: como ves eso de masificar la poesía
Anabel: por más que parezca que se le masifica no es así, no todos los que están en esos eventos de poesía no están allí. Por otro lado, me ha causado asombro es que hay mucho poeta y lo que pasa es que no saben escribir, es algo que siempre me ha fascinado, ahora menos que hace un tiempo. Me he preguntado, carajo  estos que escriben poemas tan malos, pero les habita un alma grande, un alma de poeta. Uno los ve bregar y bregar, a los veinte años han aprendido el truco y otros siguen escribiendo mal, yo me digo para mi este es un poeta, con esas ganas que tiene de escribir. En esa  búsqueda  hay una fiesta en la palabra.




El Gaviero: ahora que hablabas del idioma  ingles, cuéntanos un poco de ese oficio que es la traducción.
Anabel: es muy similar a la fase de creación, pero es necesario hacerse muy neutro, desmontarse del ego y permitir que a través de uno hable ese otro ser, como un medium. Nunca he visto una persona que sea capaz  de desmontarse el ego. Es ahí donde podemos encontrar la novedad, la creatividad que tampoco nos está visitando todos los días. El verdadero y admirable oficio de traductor es todo esto y además adentrarse en esa obra de la otra persona y verter eso que te gusta pero a la vez te exige. Yo hubiera sido buena traductora de literatura, porque fue un oficio que no atiné cuando aún estaba joven, pero me dedique a otro tipo de traducciones con las cuales, en parte me he podido ganar la vida. No es que no sean buenas, pero eso no era lo mío. Esto tiene que ver con las excusas normales que uno tiene; atender a los hijos, cuidar la familia y nadie te paga por traducir novelas y que a la larga no son válidas, pues si uno tiene una verdadera fiebre por la literatura y tres idiomas a su disposición. Actualmente me gusta traducir poetas, hay menos poesía de la nuestra traducida al ingles, que de allá para acá. He traducido a Aurelio Arturo, tengo un borrador de Morada al sur. He traducido a Meira del Mar y he estado escribiendo a cerca de ella, mi sueño era escribir un libro sobre Meira y completarlo con una antología de su obra, pensaba llevarlo a Colcultura para concursar por una beca, pero Meira murió esta semana y no aceptan proyectos con poetas  muertos.




El Gaviero: ¿que piensa del nadaismo, hoy  cincuenta años después?
 Anabel: da es tristeza que celebremos cincuenta años del nadaismo, como si a partir de ellos nadie se hubiera portado mal, creativamente mal.





El Gaviero: pero hay algo mucho peor, el neonadaismo, el neonadaismo un movimiento que están tratando de montar buscando el amparo oficial.
 Anabel: mucho peor, pero hablemos del nadaismo, ellos tienen unos poetas que me gustan; Jaime Jaramillo, Darío Lemos, Jota Mario. Si bien es cierto que es preocupante celebrar cincuenta años del nadaismo, no debemos ser absolutamente despectivos, debemos situarnos históricamente. Para el año sesenta y dos esto era una parroquia, para mi era impresionante vestirse de negro y salir a una procesión. Yo era apenas una niña de trece años que se ponía unos shorts, pero era terrible porque me miraban los hombres de una manera muy fastidiosa. Eso me asustaba, no podría explicar lo que sería crecer así.




 El Gaviero: háblanos un poco de acuarimántima. ¿Como fuiste a dar allí además como la única mujer del grupo?
Anabel: es algo como decir “toquenismo” en ingles, una cosa simbólica, pues ellos querían dar a entender que estaban equilibrando la cosa, que si había una equidad de género. No estoy diciendo que me usaran. Yo tenía otros atributos; sabía escribir bien, traducía, tenía buena poesía. Mi participación allí fue muy satelital.




 El Gaviero: el tiempo, por un lado es el dador de cierta sabiduría y por el otro es el inevitable  cronos que nos acaba sin piedad. ¿Que piensas de esto?.
Anabel: la  literatura es un eterno presente. El logro que está ahí es en presente. La literatura es superior a la escritura. Hay que pensar en el tiempo como en un taxímetro que siempre está marcando y no para de hacerlo. Hace unos años yo me sentía como a las tres de la tarde. Hoy siento que me queda una hora de luz.




 El Gaviero: respecto a la poesía filosófica.
 Anabel: son dos conceptos muy distintos. La filosofía es más seria, más de argumentos. El poema es más desinteresado, más relajado. El poema no convence, al menos no busca hacerlo. Si puede ilumina si no, no y listo. La poesía es magia.

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