martes, 6 de julio de 2010

Nos vemos donde diga William desde su nueva biblioteca Celestial...Paz en su tumba

La primera vez que la B.P.P. me contrató los servicios como bibliotecario fue para re-emplazar a William Álvarez Vélez, quien me brindó una calurosa acogida, recuerdas Adriana. A él le encomendaban otra tarea. Realizamos un empalme de lujo: "orden, pulcritud, admiración, desafío, son los saberes necesarios para trabajar con la comunidad" me dijo. El último día de trabajo del empalme, compartimos la "moga", hablamos de Jazz. Él no entendía que a mi me gustará esa música, aunque no supiera nada de sus músicos, de sus origenes, de esa epopeya tan bella como es la llegada de los negros a New Orleans y que él se sabía de memoria... al escucharle me sentí escuchando a Louis Amstrong y su saxo.También hablamos de las bibliotecas populares. Jamás olvidaré que nunca hablaba desde la primera persona del singular: "El trabajo comunitario lo hacemos nosotros, es más, el nosotros nos lo da el trabajo comunitario", me dijo con una firmeza que me convocó al silencio: William, un maestro de la palabra, precisa, oportuna, le conqueteaba la sapiencia.


Esa tarde fuimos a la biblioteca Santa Rosa de Lima. Conocí más gente esa jornada que la que conocí en Castilla cuando fui de la Junta de la Acción Comunal. Esa tarde elntendí el valor de los saludos, conocí la riqueza del apretón de manos y se me grabó la sonrisa que ahora he visto en los periódicos. No entiendo y no quiero entender el porqué te arrancaron de la vida: eres un maestro del afecto, tu palabra precisa, oportuna, sapiente me acompañara cada vez que en una Asamblea muchas voces me concreten "el Nosotros".

Se nos quedo en el tintero una conversa muy interesante sobre la educación rural: "Vas aprender mucho, fuerza" fueron las últimas palabras que me dijo en el mes de abril pasado cuanto el encuentro de las bibliotecas populares. Su semaforo en rojo en esa oportunidad nos hizo un detente: "Cuidado con la burocratización de las bibliotecas populares".

Ah, olvidaba contarles que esa misma tarde, al despedirnos me regaló un libro de un poeta que yo no conocía: CANTIGA de José Manuel Arango. Una publicación de la Universidad de Antioquia, de la colección Celeste, y en la portada iba una trasncripción de su puño y letra una dedicatoria que hablaba de la hospitalidad y el abrigo. Este Medellín esta muy lejos ahora para mí. Pero, acá en Maceo, fui a la capilla y encendí una vela blanca para que con su luz me sigas acompañando en estos interminables ejercicios de lectura, escritura y oración con los demás, esos que llenaron de sentido tu transito por este mundo.

En tu barrio, en Campo Valdés, en Guayabal, en Belén, en la radio, en la Piloto, en Comfenalco, en la universidad, en tantos espacios escuchamos tu voz y aprendimos a tener confianza... reconocemos que fuiste el maestro de la confianza, el que nos enseñó a confiar en el otro, al que también le duele nuestra falla, el que siempre dijo que era posible lo que a otros nos parecía imposible.

Se nos fue una gran amigo de las bibliotecas populares, pero nos deja su sonrisa como muestra de esperanza e invitación perenne para continuar. ¿Continuar? ¿Y dónde? me preguntan. Y yo respondo: Dónde William desde su biblioteca celestial nos diga.


Luis Emiro Álvarez

Bibliotecólogo. T.P. 670 C.N.B.
Medellin-Colombia

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